El corazón que sabe latir, envuelto en presente da la vida.
Sin poder ser uno mismo, el propio ser se enmudece a la
cercanía de terceros. Invisibilidad adquirida,
poder y karma, un señuelo al descontento.
Y así entonces se torna incomprensible la vivencia
cotidiana, estando ausente en el cuerpo y en la mente.
Habla quien no es, usando los labios para mezclar, internado
en una indagación constante del ahora.