sábado, 2 de febrero de 2013

comienzo


Comienza con oscuridad, sólo espacio y tiempo.  Una chispa y un sonido juntos.  Una bola de luz que se agranda para luego explotar.  Neblina. Escuchamos una fogata.
Se disipa la neblina y vemos a un hombre, un cuentista, sentado delante de una fogata; suelo de tierra seca, el fuego intermitente, y las estrellas en el cielo, muchas estrellas.

El Hombre habla: 
-materia, energía, concepciones de lo real en una mente que no puede describirse a sí misma, pero que existe.  Lo efímero de la acepción de eternidad. 
Un cuento que comienza con una idea, la idea de la existencia.  Así nacemos, por el simple hecho de querer ser.  Queremos fuego, queremos materia, forma.
La conciencia, que no puede ser descripta, es vital para la vida, amalgama más poderosamente que el electromagnetismo, que el tiempo y el espacio.

Se escuchan truenos, el cielo se llena de nubes; se ven danzando las sombras alrededor del cuentista y su fuego.

-una consciencia que luego fue dos y vio que se seguía dividiendo y sin embargo unión encontraban.  Fuimos hombre y mujer, ligados por naturaleza, sintiéndonos presentes.  De algunos pares se crean formas, de algunas formas se generan cambios, y así exponencialmente, y sin embargo, andamos caminos parecidos.  Una coincidencia de recuerdos en un mundo altamente plagado de ilusiones.  La fantasía se imprime en tu memoria, y lo que recordás es ajeno a lo real, pero ¿cómo saberlo?

Abre la boca el cuentista y sale de él vapor luminoso, creándose delante suyo y encima de la fogata un "fantasma".

El Fantasma habla: 
-la sustancia es parte del todo, tus ideas también.

Se hace presente la lluvia, apagando el fuego y borrando al fantasma con sus gotas.

Grita el Hombre: 
-¡El agua! ¡Placer que da vida!