Se atragantó por un momento con energía de vida, y superando el porvenir atrajo magnéticamente conciencias que movían pensamientos de masas. La tierra giraba, sus ideas marcaban, y su poder más que la palabra, ahuyentaba la salvación de aquellos a quienes dirigía, a sabiendas del suicidio, de que la inevitabilidad le dio ese lugar al que ahora llega.
Con precisión y decisión, llegando al altar, siendo visto por los ojos de quienes sus ojos movían, actuó.
Sintió, y su hoja apoyó en su cuello y determinante sin palabras cercenó.
El calor de la sangre brotaba, y al diluirse su conciencia en el todo contaminado, regó de comunión y el fin de la ciudad abarcó el fin de una idea.
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