Dos espejos se encontraron
caminando por la lluvia, uno devolvía el sol, el otro alguna luna. Disfrutaron. Conectaron. Caminaron.
Sin nociones
de más, no se percataron de ninguna otra cuestión más que del presente propio,
en cada tiempo, aunque fuera en un mismo lugar.
Así fue como cada espejo comenzó a mostrar reflejos de otros tiempos, y
el otro fue testigo silencioso de aquellas travesías pasadas.
Llegó un momento en que cada uno
quiso reflejar algo actual, y no concebían más que un marco, una imagen
pasajera de quien enfrente tenían. No pudieron
conectar emociones concretas, no supieron sacarle brillo al presente, y
embaucados en ilusiones pasajeras, sufrieron por momentos.
Así pues se desconectó la sintonía,
y en el reflejo de al menos uno, fue viéndose un poco la forma del otro ido, siguiendo
en el pasado; mas sus manos seguían vivas, y cambiado ahora, en presencia de
una forma diferente, algo suyo se levanta, y perteneciendo, camina.
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