martes, 15 de marzo de 2011

CAMINO

…entonces vio alejarse ese color que la seguía, mientras continuaba corriendo en esa dirección, con cansancio mas sin cejar. Y siguió y siguió, hasta que aquel gris ya no se olía ni se pensaba; fue ahí cuando se detuvo, en ese árbol ahuecado que la había llamado en sueños días atrás. Supo que se hallaba en familia, abrigada y abrazada.

Entró en la cavidad conocida en sueños, y con los ojos cerrados pudo encontrar dentro de la oscuridad esas raíces y esos frutos que su amigo árbol le contó que proveía a sus pasajeros habitantes. Mientras tomaba la savia curando su cansancio y se alimentaba además de los frutos sin nombre, encontró un lugar para dejar memorias, y conoció un poco de historia…

Este lugar había servido de refugio a unos cuantos conejos, el día de la caza sin juicio; también conoció a un guerrero taciturno, que desangrado llegó y colmado de bendiciones pudo seguir, relatando su pasado y algo de su próximo futuro. Hubo también un tiempo en que el mismo árbol escribió para sí, en sí, para descansar su propia alma en medio de años de soledad y crecimiento, luego de haber acomodado dentro suyo a esa mujer que posó en sí más sueños de los que había conocido antes. Muy en el pasado de la memoria pudo encontrar vestigios de huellas de hormigas, agrupadas y formando la conciencia conocida como Gaelén, quien fue luego reconocida por su invasión al norte de la luz.

Aquí se encontraba, y luego de recrear para sí las memorias del refugio árbol, alimentarse y recuperarse de la huída, comenzó a introspeccionar su valentía, su fuerza y su misión.

Fue entonces cuando se fue sumiendo en el sopor del sueño despierto, no sin antes colocar las pistas para regresar luego al mundo de la vigilia…

Había un camino, que serpenteaba entre el oscuro espacio; un camino de tierra iluminado desde sí mismo por sus flores e insectos. Tenía un ancho de dos metros, y una extensión difícil de decir, pues parecía extenderse más allá de donde la vista llegaba. A los costados, como enmarcándolo, había arbustos de verdes y violáceos colores, con una altura variable entre sus propias rodillas y un poco más que su cabeza, incluso más que la punta de sus dedos con sus brazos extendidos hacia arriba.

Mientras caminaba, lo cual comenzó a hacer apenas hubo abierto su consciencia, vio un par de veces por detrás de los arbustos sin percatar siquiera una luz, exceptuando puntos lejanos, como estrellas, dando la impresión de estar en un camino respirable en medio de la inmensidad espacial; no se oía un solo eco fuera, solo la lejanía.

Caminó y caminó, preguntándose cual debía ser la enseñanza a aprender. Luego de un tiempo en el que ya solo caminaba sin pensar, sintió un eco de dolor, seguido de un aullido de soledad y un gruñido de ira; enfrente lo tenía, un lobo gris que, parado en sus cuatro patas sobre una piedra granítica, vibraba con la ausencia, sufría con la lejanía, aullaba a una luna que era solo un reflejo en un charco de agua y gruñía al entorno de arbustos, estrellas y bichos.

Sus miradas se cruzaron, y al hacerlo quedaron perdidas una dentro de la otra, alejadas del no tiempo ensoñado. Se perdieron en recuerdos, cada uno del otro, en emociones, en futuros, en perspectivas. Fue ahí cuando vio al gris que la perseguía, y supo entonces que el recuerdo ajeno quiso entrar en ella para darle una visión del pasado, para poder percibir con mayor claridad el presente y poder hacer un camino grupal, sin obviar al ego, mas uniendo vida y muerte en el ciclo de expansión y contracción, del latir universal.

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