Caminaba un hombre acomodando musicalmente un pie detrás del otro por aquél puente lleno de emociones que se ahogaban y fluían en el rio que debajo pasaba. La tarde se iba, acompañada de suaves colores en el poniente y oscuridades que zumbaban por el este. Hacia allá andaba, rememorando y repasando; su día, su mañana y el cómo iba a atravesar la noche, sintiendo nada.
En eso ve a una niña de unos cuatro años, bucles y cachetes, de bracitos cortos y mirada que le hacía recordar la infancia y su manera de observarlo todo, abrazando un oso de felpa marrón y crema con uno de sus cortos brazos, y con el otro saludando al rio que andaba sin cesar hacia su destino…ella lo percibe y lo mira fijo.
Miró el hombre a su alrededor, descubriendo solo autos y cemento, personas vacías andando y sólo él y la niña dándose cuenta del momento:
-¡Hola! ¿A quién saludas?
-¡A mi mami que se fue!
El hombre se sobresaltó, y abracando con la mirada el rio, trató de ver algún cuerpo en él; solo el agua estaba, firme en su correntada.
-¿De qué color era su ropa niña? ¿Se cayó? ¿Se tiró?
-¡No tonto! Saludo al agua que se lleva la imagen de lo que ella era para mí, ya que ahora cambié de mamá y necesito verla como es, aunque también debo recordarla a veces…
-¿Y dónde está tu nueva mamá? ¿Con quién estás?
Ante estas palabras, el cielo es abrazado completamente por la oscuridad de la noche, como el oso de felpa por los brazos de la niña, quien mantiene su mirada en él, aunque ahora parece como prendida fuego…
Irrumpen truenos y relámpagos que cortan el aire, los autos parecieran más veloces en su huída capitalina, y la realidad colapsa con un coro de niños bajando del aire cortado, siendo él un mudo testigo de cómo la niña, tomada de su oso, se une a lo que parece ser una bandada de pájaros con forma infantil humana, y en esa imagen fuera de control, ve elevarse la figura de la niña, mientras le sonríe y le señala como por detrás suyo…ve un cambio de luces, como si se iluminara algo a sus espaldas, y una sombra con forma femenina aparece…todo muy veloz, se da vuelta y la ve, a quien supone fuera señalada por la niña. ¿Su nueva madre quizá? Y ella, con luces y sombras en su mirada, se diluye como un cubito de hielo al sol, formando su vapor parte de la nube que se aleja con el coro infantil celestial, dejando lluvias, pasos y soledades dispersas; prendiendo la imaginación y señalando un rumbo que desea discernir…
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